Noviembre de 2005. Participaba de mi primer viaje técnico- comercial para conocer huertos y empresas olivícolas de Italia, y una imagen se grabó para siempre en mi mente. Ahí, bajo el sol de la Toscana, la cálida brisa jugaba con olivos y viñas por igual. Una hilera de árboles cargados de aceitunas, intercalada con otra llena de parras recién cosechadas. Paisajes soñados que se recuerdan para siempre.
La historia de esta dupla –aceite y vino-, es tan vieja como la historia misma. Suena lógico, calza, hace sentido. De ahí que muchas viñas, en los albores de nuestra industria olivícola local, se lanzaron a la aventura de tener su propio aceite. Recuerdo bien los proyectos de Tamaya, Aresti o Botalcura, que finalmente desaparecieron o fueron vendidos a otras empresas, porque la verdad es que este “matrimonio” no es tan simple como parece, al menos comercialmente hablando.
Aunque hay puntos de la cadena productiva donde se pueden generar sinergias, no son ni los mismos requerimientos técnicos, ni los mismos clientes, ni los mismos mercados, ni los mismos códigos los que mueven este negocio. Pero de lo que no hay duda es que a la hora de vivir la experiencia, la de comer, sentir, disfrutar o turistear, estos dos mundos conviven en la más perfecta armonía, potenciándose uno al otro y llevando el disfrute al nivel Dios.
Esa es la apuesta de Terramater, empresa que ha visto pasar todo tipo de etiquetas de aceites de oliva por las góndolas de los supermercados, porque llegó ahí cuando no había nada más: ni competencia, ni consumo, ni cultura olivícola… Testigo mudo del surgimiento de la olivicultura nacional, fue también una de las primeras en empezar a brillar en los concursos de todo el mundo, gracias a su “premium”, Petralia.
Su historia se remonta a los años 40, cuando don José Canepa decidió embarcarse en la producción de aceite de oliva. Una decisión curiosa, considerando que nuestra industria recién se formó a fines de los años 90 y aún hoy está luchando por hacerse un espacio en el mundo. O sea, don José se anticipó 50 años, motivado, seguro, por su sangre italiana y el amor por su natal Liguria, porque los números nunca le fueron favorables. Sólo por insistencia suya, y luego por respeto a su nombre (murió en 1975), esos árboles no fueron arrancados y reemplazados por viñedos, el otro negocio de la familia.
Don José plantó 84 hectáreas, y también construyó una almazara (planta de producción) con tecnología italiana “de punta” en el huerto de Peteroa (Curicó), donde hasta el día de hoy se siguen produciendo Canepa, Casta y Petralia, las tres líneas de aceites Terramater. El bonus track es Novello, el primer extra virgen de la temporada, que se embotella sin filtrar y sale al mercado por ahí por fines de mayo (atención, vale la pena probarlo).
Petralia es un aceite que se extrae de la variedad autóctona “racimo” –en Chile casi todas las variedades son importadas, por lo que es una gracia-, y destaca por su frutado complejo, rico en hierba fresca y con marcadas notas de tomate, pero también algo de plátano e incluso vainilla. En la boca, amargo y picante se hacen presentes, sin llegar a ser demasiado intensos. Es un aceite para consumidores que valoran estas características y disfrutan con las sensaciones de un buen extra virgen.
Este aceite tiene un estilo bien italiano, y recomiendo usarlo “crudo”, para terminar preparaciones, más que para cocinar. Combina muy bien, por ejemplo, con todo tipo de pastas, o ensaladas con quesos fuertes. Perfecto para la bruschetta... ¡Y acompañado siempre de un buen vino, por supuesto!
Se puede comprar en supermercados, tiendas especializadas o en Emporio Terramater (www.emporioterramater.cl), sitio online de la empresa, donde tiene un precio de $4.000 (botella de 500 ml, también lo venden en formato 250 ml). Y claro, si hay tiempo y ganas, el fundo Peteroa (Curicó) abre las puertas de su sala de ventas de lunes a sábado, y el fundo Caperana (Isla de Maipo) ofrece una experiencia completa toda la semana. Ahí se ubica el restaurant Zinfandel, y realizan tours con degustaciones de aceite y vino, maridajes especiales para ambos productos, además de tener una sala de ventas con las dos estrellas de la empresa.
Ahora, si quiere probar este romance, pero sin tanto compromiso, basta que agarre un buen pan, ponga sobre él grandes cantidades de aceite de oliva extra virgen y lo acompañe con una copa de vino… ya verá que no se necesita nada más para ser feliz. *Columna publicada en la edición ABRIL 2018 de la Revista Placeres.

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